Que Polonia rechazaría la propuesta de reforma migratoria de la Comisión Europea (CE) se sabía desde mucho antes de la cumbre de la UE en Granada. Jaroslaw Kaczynski, el líder del ultraconservador partido Ley y Justicia (PiS), en el poder desde hace ocho años, lo había calificado de „suicida” para su país ya desde la precampaña para las elecciones generales que se celebran el próximo domingo. Su correligionario y primer ministro, Mateusz Morawiecki, recordó semana a semana que Varsovia lo bloquearía, lo mismo que el Gobierno ultranacionalista de Viktor Orbán, en Hungría.
El PiS de Kaczysnki, de Morawiecki y también del presidente del país, Andrzej Duda, no solo ha centrado su campaña en el bloqueo a ese plan, que para Varsovia es la continuidad de anteriores propuestas de Bruselas sistemáticamente rechazadas por Polonia. Ahora vincula la inmigración a dos de las cuatro consultas incluidas en el referéndum que se celebra de forma paralela a los comicios de este domingo. La primera es relativa al muro fronterizo levantado entre Polonia y Bielorrusia, aliado de Moscú. La segunda pregunta al elector si „apoya la admisión de miles de inmigrantes ilegales procedentes de Oriente Próximo y África„, de acuerdo, explicita, a la „reubicación forzosa” planteada por la UE.
La inclusión de la consulta en la convocatoria electoral no deja lugar a dudas sobre los propósitos del PiS. Se trata no solo de ganar las elecciones -actualmente los sondeos le pronostican entre un 32% y un 34%, mientras que a la oposición liberal de Donald Tusk se le estima entre un 26% y un 29%-; el objetivo es plasmar el rechazo de la población a Bruselas.
Los carteles electorales del PiS son más que elocuentes: muestran panoramas en ruinas, edificios o vehículos calcinados, mientras columnas de inmigrantes avanzan hacia Europa. No son identificables con los refugiados ucranianos llegados a la UE a través de Polonia. Son solicitantes de asilo o los llamados migrantes económicos procedentes de África, Siria u otras zonas en conflicto. Inmigración irregular mayoritariamente musulmana, que Polonia ha rechazado sistemáticamente desde la crisis de 2015, cuando la vecina Alemania recibió a un millón de peticionarios de asilo.
La búsqueda de alianzas
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Son 29 millones de electores los convocados a las urnas este domingo en este socio de la UE y de la OTAN. En juego está el reparto de los 460 escaños de su Parlamento, el Sejm. Actualmente el PiS controla 235 puestos, apoyado por otras dos formaciones derechistas. Para mantenerse en el poder necesitará un socio, en lo que puede jugar su papel la formación nacionalista Confederación. Su electorado se reparte entre ultraderechistas y los llamados „libertarios”, opuestos a las ayudas a la familia y otras prestaciones implantadas bajo el gobierno del PiS.
„De la acogida solidaria de ucranianos a la que asistimos con la invasión rusa se ha pasado a establecer como prioridad la seguridad nacional„, explicaba estos días el politólogo alemán Kai-Olaf Lang, de la Fundación Ciencia y Política, en una reunión previa con corresponsales extranjeros en Berlín. „Incluso si gana la oposición liberal de Tusk no se prevé un giro total en el rechazo a los planes de la UE”, apunta su colega polaco Antoni Dudek. Tusk y su Plataforma Cívica (OP), que podría contar con el apoyo de la izquierdista Lewica y la proeuropea Tercera Vía, comparten el rechazo a la reubicación propuesta por Bruselas. Plantean incluso un bloqueo con el apoyo de Hungría, Eslovaquia y República Checa.
El posicionamiento de Tusk, que fue primer ministro polaco entre 2007 y 2014 y de ahí pasó a presidir el Consejo Europeo hasta 2019, no tiene el componente de la confrontación radical anti-Bruselas del PiS. Una victoria opositora limaría asperezas, pero no erradicaría el rechazo al plan de la CE planteado desde el este, según Dudek.
La priorización de la seguridad nacional se plasma no solo en el blindaje de su frontera con Bielorrusia, sino también en el giro respecto a Ucrania o en las fronteras interiores del espacio Schengen.
El muro con Bielorrusia
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Varsovia empezó a levantar un muro de 180 kilómetros en su frontera con Bielorrusia meses antes del inicio de la invasión rusa de Ucrania, en febrero de 2022. Entonces el argumento era la llamada guerra híbrida impulsada desde Minsk por el régimen de Aleksandr Lukanshenko, que lanzó a miles de refugiados de Oriente Próximo y otras procedencias sobre su frontera. La dureza de ese muro, la brutalidad y corrupción de la guardia fronteriza polaca con refugiados ateridos en tierra de nadie ha quedado reflejada en la película 'La frontera verde’, de la directora polaca Agnieszka Holland, presidenta de la Academia del Cine Europeo. El filme, premio Especial del Jurado en el Festival de Venecia, fue comparado con la „propaganda nazi” por el Gobierno de Varsovia y su estreno estuvo salpicado de manifestaciones de protesta, coincidiendo con la campaña electoral.
Polonia fue la principal vía de acceso al territorio comunitario para millones ucranianos desplazados por la guerra en su país. Dejó de comportarse como el país antiasilo que fue hacia refugiados de países mayoritariamente musulmanes, para brindar su apoyo a los procedentes de Ucrania, huidos del poderoso enemigo común que es Rusia. Un año y medio después, el PiS amenaza con un recorte en las prestaciones al más de un millón de refugiados que siguen en su territorio. Esta advertencia se une al giro dado por el primer ministro Mateusz Morawiecki, que de máximo defensor de los suministros de armas a Kiev pasó a anunciar el corte de esos envíos una vez completados los compromisos adquiridos. El giro se inscribe en la priorización de los intereses nacionales y especialmente los del campo polaco, que ve como una amenaza la importación o tránsito incontrolado por su territorio del grano ucraniano.
La mala vecindad con Alemania
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Las hostilidades del PiS hacia Bruselas se extienden hacia Alemania y cualquier representante de su clase política, sea Ursula von der Leyen, la alemana que preside la CE, Angela Merkel, el actual jefe del Gobierno Olaf Scholz o incluso el líder de los Populares Europeos, Manfred Weber, quien respalda a Donald Tusk.
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Al anuncio de Berlín de extender los controles fronterizos con Polonia, lo que coincidió con el escándalo de los visados que aparentemente se repartieron desde consulados polacos en Asia y África, respondió Varsovia reforzando los suyos. Es una medida adoptada también en paralelo por Eslovaquia, teóricamente de forma coordinada con sus socios de la UE. Inciden en la nueva fiebre europea por controlar fronteras, incluidas las interiores del espacio Schengen. Polonia es la primera vía de acceso hacia Alemania de inmigración irregular, según Berlín, cuyo Gobierno está asimismo determinado a reducir esas llegadas.
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